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Aitor Francesena Gallo (Zarautz, 1970) nació con glaucoma congénito y, aunque de niño perdió la visión de un ojo, siguió surfeando a escondidas de sus padres. En este deporte lo ha sido todo (entrenador, seleccionador, descubridor de Aritz Aranburu, fabricante de tablas…) y lo sigue siendo aún después de que un accidente de surf le arrebatara la visión del otro ojo, en 2012. Cuatro años después agrandó su leyenda al proclamarse campeón del mundo de surf adaptado en La Jolla, San Diego (California).

Además de surfear casi  a diario, Gallo está también muy volcado en el mundo de la comunicación, a través de la publicación de libros, conferencias y nuevos proyectos audiovisuales que llaman a su puerta. Esta entrevista se hizo tras una charla que ofreció a estudiantes. Fue en el marco del PBLday, jornada que organizamos anualmente en Orona Ideo junto a Mondragon Goi Eskola Politeknikoa.    

 

  • Explícanos, ¿cómo es surfear a oscuras?
  • Quien lo pruebe se dará cuenta de que es brutal.  Cuando veía disfrutaba la mitad o, por lo menos, de otra manera. Me centraba exclusivamente en mejorar, en cómo llegar siempre al siguiente giro y así había muchos detalles que no me daba ni tiempo de disfrutar. Desde que me quedé ciego todo es increíble: estar en el agua en movimiento, la velocidad y la curva de la ola, las subidas y bajadas, sentir el agua rizada cuando hay viento sur…Me baso en otros sentidos y, si todo lo que vas haciendo casa con lo que te está dando la ola, la sensación de plenitud es total. Es surf con sensaciones. Está claro que es complicado, pero no imposible, por eso animo a todas las personas ciegas a que lo prueben.
  • Has sido entrenador de surf, fabricante de tablas, creador de la primera escuela de surf, seleccionador nacional, campeón del mundo de surf adaptado en 2016…¿de qué estás más orgulloso?
  • Mi primer orgullo es mi hija. Pero es verdad, cada una de las cosas que has mencionado me ha dado una gran alegría en su momento. Aunque está claro que lo más fuerte ha sido el campeonato del mundo. En momentos de soledad pienso: Ostras, ¡campeón del mundo!, ¡soy yo!. Es un orgullo.
Aitor_Francesena

Foto: Ioritz Ostolaza

 

  • Además del deporte, también estás muy involucrado en el mundo de la comunicación: libros, cómics, web, blog, charlas…¿qué mensaje pretendes transmitir con esta labor divulgadora?
  • El principal es demostrar que, tengas lo que tengas, si haces frente a las dificultades, en esta vida se pueden hacer muchas cosas. Lo que más odiaría es estar sentado en un sillón, viendo pasar la vida. Quiero demostrar que, aunque tengas algún problema físico o de otro tipo, si haces cosas y las proyectas al exterior, tu vida va a cobrar mucho más sentido.
  • Se te ve una persona muy dinámica y explosiva, llena de fuerza y energía. ¿Siempre has sido así?
  • Sí, siempre he tenido una guindilla en el trasero. Como nací con glaucoma siempre fui consciente de que algún día perdería la visión y, quizá por eso, he tenido siempre mucha prisa y unas ganas especiales de vivir. Tenía muchas metas que alcanzar antes de quedarme ciego; por eso he corrido mucho y he sido ambicioso. Cuando he sido seleccionador he predicado ilusión y superación a los demás y luego, al quedarme ciego, he sido consecuente y me he aplicado a mí mismo el cuento.
  • ¿Cómo es un buen día para Gallo?
  • Tras llevar al colegio a mi hija, me doy un baño por la mañana con olas de ¾ de metro, viento sur y agua caliente. Después voy a comer con mi hija. Así es el mejor día.
  • ¿Qué planes de futuro tienes: competiciones, libros, viajes…?
  • Tengo un montón de compromisos encima de la mesa. Tengo algún proyecto de televisión y próximamente saldrá un documental sobre mi vida. Además, cien mil charlas por todo el país para empresas y colectivos e intentar volver a quedar campeón del mundo.
  • Hay gente que no consigue llevar la vida que le gustaría y que se siente incapaz de perseguir sus sueños. ¿Tú qué les dirías?
  • A las personas que viven retraídas, sin fuerzas para hacer algo, el principal consejo que les daría es que lo hagan. Yo cuando me quedé ciego tomé una determinación y fue decir sí a todo. En ese momento se me abrieron otro tipo de puertas y pude hacer cosas que ni me imaginaba, porque de todo se aprende. ¿Bailar? Sí, ¿Cantar? Sí, ¿Surfear? Sí, ¿Subir al monte? Sí. ¿Drogas y alcohol? No. Ahora veo a muchos jóvenes que responden a todo: sin más. Eso a mí no me vale. La respuesta tiene que ser un Sí rotundo.

 

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